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Nick Land y el aceleracionismo: materialismo bajo, guerra y muerte

Publicada el 2025/06/28 - 2025/06/28 por styx
> Apropiado y traducido de Social Ecologies: Nick Land and Accelerationism: Base Materialism, War, and Death
> Todos los números de página refieren a Sed de Aniquilación, Materia Oscura, 2021

Releyendo Escape Velocities (de Alex Williams) en la revista e-flux, me encontré, en su crítica a Nick Land y su filosofía aceleracionista de los 90’, esta pequeña provocación:

La visión rabiosamente nihilista de Land sobre la aceleración capitalista global tenía sentido en los fervientes años 90, pero hoy tiene menos sentido. Una razón para esto es que el esquema aceleracionista de Land rechaza la política como una excrecencia sentimental, un asunto que simplemente refuerza los egos incontinentes de liberales húmedos y marxistas enclenques. Según Land, al menos la fuerza bruta acelerante de la innovación capitalista debería ser suficiente para impulsar el cambio revolucionario.

El progreso tecnológico, en vez de borrar lo personal, se ha vuelto casi enteramente Edipizado, enfocado más que nunca en reforzar al sujeto individual liberal. El mismo agente que Land identificó como el motor de una innovación sin precedentes se ha secado. Esto es alienación de un tipo demasiado familiar, que induce al hastío en lugar de ser esa sucesión fríamente apasionante de shocks del futuro. Todo esto abre nuevamente un espacio para la política: Si nosotros deseamos una formación social radicalmente innovadora, el capital por sí solo no lo cumplirá.

A demás, desde una perspectiva filosófica, el aceleracionismo landiano aplana las distinciones en el mundo en un sistema crudamente unívoco. Las consecuencias claves de esto es una incapacidad para demarcar las diferencias entre pensar y ser, reduciendo lo racional a lo ontológico.

Llamar a Land un nihilista rabioso es no entender la trayectoria de su filosofía. Que Land se haya abierto camino a través de categorías tan fáciles de sinsentido no viene al caso. Williams no entiende el uso que hace Land de “cero” y “colapso”. Decir que el de Land es un “sistema crudamente unívoco” es no entender nada de todo lo que Land ha escrito. Puede que esto pase con Spinoza, pero no con Land. Land está en otro orden, no en las ontologías planas que Williams cree ver. Si uno realmente quiere hacerse una idea precisa de su filosofía, simplemente necesita escuchar al propio Land. Su postura antihumanista y su tendencia no teleológica y antiprogresista han estado ahí desde el principio. Al hablar de su odio a los Idealistas Alemanes, a los Marxistas y a la tendencia Progresista en filosofía, no pone peros ni condiciones a lo que está diciendo:

Independientemente de que sea posible dividir el pensamiento occidental, se puede, ciertamente, coquetear con abrir una fisura que separe a los teohumanistas [Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Marx, Sartre, etc] ― croando juntamente hasta morir en el apretado y maloliente estanque de Anthropos ― de las bestias salvajes de lo impersonal. Los primeros se caracterizan por su fervor moral, su provincianismo, su seriedad, su disposición fenomenológica, y su simpatía por la superstición popular, los segundos, por su fatalismo, su ateísmo, su euforia extrañamente reptiliana y su extrema sensibilidad por lo gélido, salvaje y ajeno a la humanidad. (Sed de Aniquilación p.208)

Se alineará con Heráclito, Spinoza, Sade, Schopenhauer, Nietzsche, Bataille, Freud, Deleuze… como él mismo lo expresará:

Es posible que Heráclito fuera con menor esfuerzo más inhumano y que –bajo la sombra de la cruz– Spinoza y Sade alcanzasen ocasionalmente un grado comparable de frialdad no-egoica, pero en ningún lugar como en la obra de Nietzsche existe una máquina de guerra antipersonalista de una ferocidad equivalente (p. 208).

De hecho, uno de los primeros ejemplos de las nociones de aceleracionismo de Land aparece en su capítulo Fanged Noumenon (la pasión por el ciclón) en Sed de aniquilación. Tras una larga discusión sobre los fundamentos teológicos de la teoría y práctica aniquilacionistas, éstas, a demás de presentarse como herejía, se toman como el afuera definitivo del cristianismo mismo, estando basado éste en el innumerable punto de no retorno: el cero, para el que Dios es el antagonista final. Como sugerirá, para Schopenhauer y Nietzsche no hay ningún problema aquí, pero para Bataille la necesidad de trabajar dentro del campo enemigo contra el enemigo conduciría a una interesante comprensión de la política y la economía solar. Pero volvamos a una declaración que Land hace justo después de citar las observaciones de Weber sobre el ethos del capitalismo y su complicidad en la cosmología religiosa. Como explicará Land:

Una vez establecido el sistema de mercancías, ya no es necesario un impulso cultural autónomo en el orden del objeto abstracto. El capital alcanza su propio “momento angular”, perpetuando un torbellino fugitivo de disolución, cuyo eje es el cero virtual de la acumulación urbana impersonal. En la cúspide de su proeza productiva, el animal humano es arrojado a una nueva desnudez, ya que todo lo estable es liquidado progresivamente en la tormenta. (p. 177)

Si hay un progreso aquí, es el progreso de la aniquilación, no el telos de la innovación. Inmediatamente después, comentará sobre cómo Bataille colapsa la separación que Kant establece entre dos temas: el noúmeno y el cero intensivo (vacío). Seguirá este hilo en la obra de Schopenhauer, Nietzsche, Bataille y Deleuze. Dándose cuenta de que es a los dos últimos a quienes se les “interroga vigorosamente sobre esta temática de la diferenciación entre el noúmeno y el cero… y que responden a esta cuestión con tenacidad irresistible” (p. 177-178). ¿Por qué? ¿Qué vieron en esta fusión que los fenomenólogos y otros poskantianos evitaron?

Como nos dirá de Bataille, “toda su obra se encuentra atravesada por el olvido, la discontinuidad y la incompletitud. El cero por sí solo no puede ser fragmentado, dividido o particionado, siendo indiferenciabilidad sin unidad…” (p. 178). Se podría decir que la teoría aceleracionista de Land depende de esta comprensión, que sin ella no se entiende ni a Land ni su aceleracionismo. El problema del noúmeno, como nos dirá Land de Bataille, es que es un problema religioso. Entender este problema es darse cuenta de que la experiencia nunca puede “comprender o definir la inmanencia disolvente” ni acceder jamás al noúmeno a través de una reificación en forma objetiva: “En salvaje divergencia con la presuposición básica del idealismo abierto o astuto, la experiencia no se da en realidad como conocimiento, sino como colapso” (p. 180).

En su teoría del Sujeto, Kant, como sugiere Land, “domesticará” el noúmeno, definiéndolo como “objeto”, y, a su vez, domesticará la “intensidad cero”, concibiéndola como conciencia pura. (p. 180) Lo que Bataille hará será fusionar radicalmente este sujeto/objeto en lo que él llama el “lugar de comunicación”. Land comentará este materialismo bajo: “En este cambio del tratamiento idealista trascendental del cero al del materialismo bajo hay una diferencia de consecuencias sísmicas” (p. 180).

En este punto, Land hará un diagnóstico del sistema de Kant, diciendo que “no plantea una problemática sobre el objeto con suficiente radicalidad como para escapar de la jaula de la epistemología en dirección a un materialismo bajo o libidinal. No reconoce que entre el noúmeno y la intensidad cero no hay diferencia, o que ninguno de los dos es susceptible de aislamiento” (p. 182). ¿Suena esto como la aplanación de Williams de “las distinciones reales en el mundo en un sistema crudamente unívoco”? Suena más como aspectos de la división y el catastrofismo de Zizek en el corazón de las cosas y la realidad. No hay lugar para la aplanación en una ontología como ésta. En cambio, hay guerra, lucha, conflicto; flujos y bloqueos, circulación y comunicación. Composición y descomposición.

Es aquí donde nos reconectamos con la noción bajo-materialista de Land del aceleracionismo capitalista como una fuerza intensiva:

El capital nos descompone [desterritorializa] y nos reconstruye [reterritorializa], cada vez con mayor frecuencia, a medida que persigue su fluctuación energética hacia la aniquilación, conducida a la liberación del sol, mientras el objeto se precipita hacia la vaporización de la mercantilización protoesquizofrénica. (p. 183)

Se podrían dedicar páginas enteras a comentar la economía solar de Bataille para explicar este pasaje. Al hablar de la propensión del hombre a la ilusión, Land ofrecerá la sabiduría de Nietzsche, cuya anécdota es la luz pura del nihil –o el Cero absoluto:

La devaluación de los valores más elevados, la convulsión en el cenit del nihilismo, es lo que aborta la raza humana. Habiendo polarizado lo alto y lo bajo de la extensión, la humanidad se encuentra desprovista de sus ídolos –que se han purificado hasta la inexistencia manifiesta– y, por lo tanto, se sumerge vertiginosamente en sus valores abyectos: animalidad, patología, sensualidad y materialidad. Al final de la civilización humana hay, pues, una regresión impulsada por el cero, un violento espasmo de recaída cuyo motor es la cavidad de un telos extinto; la muerte de Dios. La religión del cero. (p. 217)

Para Land, “la historia es una historia industrial y sólo tiene un objetivo, que es Dios. El nihilismo supone la pérdida de este fin, la anulación del fin del hombre, la conversión de todo trabajo en desperdicio.” (p. 220) Como nos dirá, habrá quienes vean en la noción de Nietzsche del Übermensch (Superhombre) un retorno al telos, a un sentido de éxtasis posthumano y autosuperación; y, admite Land, Nietzsche a veces parece sucumbir al veneno del protestantismo, pero en última instancia Nietzsche sabe más y, como Land afirmará sin rodeos: “el mundo del trabajo perece con el Uno, y ese cero es un motor de guerra…” (p. 220)

Land dedicará página tras página a la Guerra en toda su historia única, su mitografía, su peste, su fuerza filosófica y nomológica como la fuerza del deseo mismo, como el modo de muerte, disolución y aniquilación. A fin de cuentas, sólo dos filósofos cuentan en la necrópolis de Land: Nietzsche y Bataille – y, Batalle, sólo porque escribió Sur Nietzsche.

Al final de su largo e interesante estudio sobre Bataille, Laberintos, etc., Land volverá a su cartografía casi clarificada de este proceso acelerado del capitalismo:

El proceso de desvinculación, denominado engañosamente producción, tiene lugar dentro de un campo general de gasto, del que es una especificación. Debido al hecho de que se inicia con una pérdida preliminar, la producción siempre es un reabastecimiento (excesivo), y no la simple ocurrencia de la plenitud. Los valores por defecto en la producción hunden sus cimientos en un despilfarro erosivo, y no en la seguridad de la inercia. Asediado por un mar de lava y constantemente sacudido por terremotos, el proceso de producción está condenado a los peligros de una volatilidad ineludible. (p. 264)

En el párrafo que cito de Williams al principio, él termina diciendo: “si deseamos una formación social radicalmente innovadora, el capital por sí solo no lo conseguirá”. Williams se quejará de que Land sólo tiene un concepto negativo de la libertad en lugar de uno positivo, como él. Land preferirá decir que la fría sonrisa del fatalismo está a la orden del día. Land lidia con lo absolutamente impersonal, más allá de esas categorías humanas. No promueve ningún tipo de libertad en el sentido de Williams, ni negativa ni positiva. Land no dudaría en decir que el deseo es guerra, que sólo puede conducir a ese punto cero final de intensidad que es la aniquilación. No habrá innovación, ni progreso, ni superación tecnológica, ni trascensión de la carne a la máquina, etc. No. Sólo hay muerte, disolución y derrota total. Éste es el mensaje de Land: frío, fatalista, inhumano, impersonal:

Cada día que permanezco atrapado entre la basura olvido un poco más lo que es cruzar la línea, pero incluso olvidar es morir, y morir es cruzar la línea. La muerte es la verdad porque el error no puede adherirse a ella, todos los sueños son solubles en ella, pero la muerte no es la palabra «muerte», ni ninguna otra palabra. El cero de las palabras no es la palabra «cero», ni lo son las palabras sobre las palabras. (p. 294)

Etiquetado como Bataille, Materialismo Bajo, Materialismo Libidinal, Nick Land

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