Este artículo ha sido traducido del protugués por una conspiración de inteligencias anorgánicas, apropiado y propagado ignorando los principios de propiedad y autoría. Cualquier aporte, revisión y corrección son bienvenidas, y toda apropiación del material es estimada como legítima, si es que tiene sentido hablar de legitimidad.
Texto original: https://www.glacedicoes.com/post/um-nick-land-queer
ACELERACIONISMO – ¡Un Nick Land queer!
Feminidad no-genderificada estrogenética… ¡Un Nick Land queer!
Introducción
El filósofo (¿sino?)británico Nick Land ha venido recibiendo en los últimos años una atención especial por motivos controvertidos, inspirando al mismo tiempo a una generación de pensadores de izquierda inventivos como Mark Fisher, Reza Negarestani, Ray Brassier, Kodwo Eshun, etc., y a movimientos alt-right como los Neorreaccionarios de Mencius Moldbug. La figura del pensador recluido en Shanghái genera reacciones polarizadas. Por un lado, es imposible ignorar los aspectos problemáticos de su obra pos-Iluminismo das Trevas[1]; por otro lado, resulta demasiado simplista y en ocasiones deshonesta la lectura que intenta etiquetar todo su trabajo bajo el sello alt-right. Nick Land es un autor complejo y exige, por lo tanto, un análisis complejo.
Land tiende a distanciarse de parte de su obra, específicamente de los textos producidos entre finales de los años ochenta y mediados de la década del 2000, los cuales considera parte de “otra vida; (…) pertenecen al abrazo de oso del Dios muerto-vivo Anfetamina” (Kronic, 2012). Es posible señalar una gran cantidad de divergencias entre su trabajo anterior y posterior a esa época, pero la principal de ellas está en la imagen ofrecida de aquello que llega desde el futuro, es decir, de los desarrollos de la aceleración de los flujos desterritorializantes del tecnocapital.
Lo que propongo en este texto es que un análisis de esa fase inicial de la obra landiana nos ofrece más que un diagnóstico potente de la realidad: nos ofrece la imagen de un futuro queer, una poshumanidad abolicionista de género inminente.
Mujeres, demonios y máquinas: Nick Land y el Ciberfeminismo
- El ciberfeminismo no es estable
- El ciberfeminismo no posee solo un lenguaje
100 Anti-Tesis sobre Ciberfeminismo – Old Boys Network (1997)
A comienzos de los años noventa, el colectivo australiano VNS Matrix lanzó Un Manifiesto Ciberfeminista para el siglo 21, proclamando una “anti-razón positiva” y presentándose como “el virus del nuevo desorden mundial” (VNS Matrix, 1991). Pero esto no surgió de la nada: el Manifiesto Cyborg de Donna Haraway, escrito ocho años antes, ya había dado una especie de puntapié inicial para que el interés por los crecientes desarrollos tecnológicos se hiciera sentir con más fuerza en el feminismo. Así, lo que a algunos les parecía solo una provocación se convirtió en un movimiento internacional descentralizado de pensadoras y artistas que buscaban comprender la conexión entre mujeres, máquinas y una transformación global que era posible presenciar a simple vista con la formación del llamado “ciberespacio”.
El ciberfeminismo afirmaba el Cero en lugar del Uno en el código binario, como espacio de creación, multiplicidad y disidencia, buscando las líneas de fuga que la tecnología anunciaba, con la mirada puesta en un futuro de disolución de los códigos de género y de raza. Inspirado fuertemente por la ciencia ficción, la trilogía Xenogenesis de Octavia Butler, en la que se presenta un futuro de alienígenas que no pertenecían ni a lo masculino ni a lo femenino, sino a un “tercer sexo”, se convirtió en una especie de símbolo literario del movimiento. En 1997 se funda la Primera Internacional Ciberfeminista, llamada Old Boys Network. Un guiño al dominio masculino en las discusiones sobre tecnología, la entidad mostraría a qué había venido en sus 100 Anti-Tesis sobre Ciberfeminismo, que en un lenguaje simple y directo enunciaban todo lo que el ciberfeminismo no era, quedando al futuro decidir lo que llegaría a ser.
Dos años antes, en 1995, la pensadora Sadie Plant, que rápidamente despuntó como uno de los principales nombres del naciente movimiento ciberfeminista, funda la Unidad de Investigación de la Cultura Cibernética, más conocida por su sigla en inglés CCRU, en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Warwick en el Reino Unido.
Es importante resaltar que, a pesar de que Land solo comenzó a mostrar un interés claro por la cibernética y la tecnología en 1992, a partir del texto Circuitries, su obra ya contaba desde muy temprano con una influencia feminista clara. En el artículo Kant, El Capital y la Prohibición del Incesto de 1988, donde Land declara que “La única política revolucionaria resuelta es de orientación feminista (…)” (Land, 2012, p. 78), la propuesta de una guerrilla feminista internacional que destruya la modernidad se sustenta en teóricas como Luce Irigaray y Monique Wittig, que posteriormente serían fuertes inspiraciones para el ciberfeminismo[2]. En su crítica a la interpretación de Heidegger de la obra de Trakl, uno de los puntos principales es la asociación hecha entre la “voz lunar de la hermana” y la “iluminación de la razón”, que es contrastada por Land con el potencial inhumano de la asociación de la figura de la hermana (y de la figura de la mujer en general) con la locura, las conexiones entre feminidad y el Otro, el Afuera del patriarcado.
“ella ya no obedece a la frontera, mediando a la familia, sublimando su narcisismo o estableciendo su inserción en el orden de significación, desapareciendo (…). En vez de eso, ella viola a la familia, abriéndola a una alteridad que no había sido previamente capturada por ninguna estructura profunda o sistema abarcador.” (Land, 2012, p. 102)
No sorprende el compromiso de Land con Sadie, con la CCRU, la cual pasaría a dirigir tras la salida de Plant de Warwick, y consecuentemente con el ciberfeminismo. El poshumanismo en su obra aparece primero como un desdoblamiento del feminismo llevado hasta sus últimas consecuencias; el potencial desestabilizador de la mujer con respecto a la humanidad, esta última apareciendo únicamente como un desdoblamiento del patriarcado. Con el interés creciente por la cibernética surge en su obra lo que parece ser un punto crucial: la asociación entre mujeres y máquinas. Solo a partir de ahí comienza a dibujarse la imagen más conocida del futuro landiano, “la mujer deviniendo cíborg y llevada a la insania” (Plant; Land, 2014, p. 308), una poshumanidad accesible a través de aquello que se constituye como Otro, las figuras demoníacas, las máquinas, les inmigrantes, les HIV+, las mujeres… todes constituyen el núcleo duro de la Anastrófe, el futuro que está creándose.
Transgeneridad, contagio lesbovampírico y aceleración
Ya no “¿qué significa esto?” sino “¿cómo se propaga?”
Hipervirus – Nick Land (1995)
Land define la resistencia humana a todo lo que viene de fuera como Sistema de Seguridad Humano, una especie de cibernética negativa que busca siempre el equilibrio. El Anti-Edipo ya había advertido sobre una “muerte que asciende desde dentro, pero que viene de fuera” (Deleuze; Guattari, 2010, p. 203). En Land, esa muerte es al mismo tiempo una invasión alienígena y un contagio viral, una ruptura de defensas.
En Machinic Desire, los procesos maquínicos se dividen en ciberpositivos-nómadas y cibernegativos-sedentarios. Los primeros refuerzan la diferencia y escapan al equilibrio, alineándose con el devenir inhumano; los segundos suprimen la diferencia y buscan el equilibrio, alineándose con la humanidad. Aquí entra en escena un personaje importante en la ciberrevolución landiana: los replicantes tanatrópicos, que se funden con los procesos ciberpositivos-nómadas con el fin de destruir el Sistema de Seguridad Humano. Los replicantes son descritos como seres “disimulados como reproductores eróticos, que aparecen primero como traidores de sus especies, sobre todo cuando se detectan las pulsiones chamánicas que programan su sexualidad. Nada asusta más a los reproductores que el descubrimiento de que el contacto erótico camufla una infiltración ciberrevolucionaria, (…)” (Land, 2012, p. 331). Más allá de la clara asociación entre tales replicantes y la figura de la mujer, aparece otro tema importante: la infiltración-contagio. El organismo está fortificado contra lo que viene de fuera, pero es frágil en lo que respecta a insurgencias. Tomando de Freud la caracterización del trauma como invasión, Land lo describe como un infiltrador de “xenopulsiones” en el organismo, xenopulsiones que preparan el terreno para la invasión del tecnocapital, pues “lo que aparece para la humanidad como la historia del capitalismo es una invasión, llegada del futuro, de un espacio de inteligencia artificial que necesita montarse enteramente a partir de los recursos de su enemigo.” (Land, 2012, p. 338). Al final del texto, Land coloca la figura de la “mujer-gato cíborg” que “acecha entre las pantallas” como uno de los signos de esa poshumanidad maquínica ciberpositiva.
La CCRU, bajo la orientación de Land, también trabajaría con la cuestión del contagio. En sus prácticas hipersticionales[3], es posible encontrar a veces la exaltación de una libido lésbica y de una transfeminidad inhumana, íntimamente asociadas consigo y con el futuro. En el texto Penultimillennial Crypt-Cults, el concepto de libido-contagio lesbovampírico es descrito como una especie de criptomagia que se propaga como una plaga y que está “asociada a la producción experimental de una contrasexualidad anticlimática o anorgásmica (…)”, con su “composición libidinal” marcada, entre otras cosas, por una “feminidad no-genderificada paleoembrionaria o estrogenética.” (CCRU, 2017, p. 163).
Es importante comprender que la cuestión aquí es menos construir un futuro que constatar cambios que ya están en curso. El humano no tiene agencia sobre esos contagios, por más que intente detenerlos, siendo apenas utilizado en esos procesos que lo conducirán inevitablemente a su extinción como tal. De ahí puede inferirse el interés de Land por el proceso chino, un acontecimiento inesperado en una de las sociedades más antiguas del mundo y que alcanza una velocidad sin igual, una aceleración de la lógica del mercado emprendida desde finales de los años setenta, pasando de un aislamiento casi monástico a un ritmo de producción acelerado con productos que inundan todos los rincones del planeta, haciendo que la humanidad, Occidente y la propia China se enfrenten a nuevos dilemas. Lo que Land y la CCRU observaron a comienzos de los años noventa, ese devenir inhumano de la transgeneridad y del lesbianismo que participa necesariamente de una mutación global en curso, está en consonancia con lo que diversos pensadores queer vienen señalando desde hace mucho tiempo. En Mis palabras para Víctor Frankenstein de Susan Stryker, la figura del monstruo, de aquello que escapa a toda y cualquier humanidad, es afirmada positivamente: diré de la manera más directa posible: soy una transexual y, por lo tanto, soy un monstruo. (Stryker, 1993).
Paul Preciado, en su libro Testo Junkie: Sexo, drogas y biopolítica en la era farmacopornográfica, afirma que las personas trans y las prostitutas (entre otras categorías sociales como niñes, animales, inmigrantes, etc.) son seres que están “en el umbral de la ciudadanía. Y en el umbral de lo humano.”. En otro momento, al describir su propio proceso de terapia hormonal con testosterona, afirma que ese proceso es también “la mutación de una época.” (Preciado, 2008, p. 23).
Quienes sobrevivan a la mutación en curso verán sus cuerpos transformarse en un nuevo sistema semiótico-técnico y atestiguarán la proliferación de nuevos órganos; en otras palabras, dejarán de ser los cuerpos que fueron anteriormente. (Ibid, p. 126).
El trans-poshumanismo que atraviesa la obra de Preciado, Stryker y otres pensadores queer es el mismo que atraviesa la obra del joven Land. Él describe la mutación global en curso como el “Derretimiento” (Meltdown), la crisis del Sistema de Seguridad Humano, pero no hay punto escatológico, solo una poshumanidad inminente donde la “feminización sintética” y el “lesbovampirismo”, entre otras designaciones “generalmente pornográficas, abusivas o terroristas por naturaleza” (Land, 2012, p. 450), ocupan su lugar. Lo que una parte de los lectores de Land parece no haber notado, hasta ahora, es que la afirmación de que “Nada humano sobrevive en el futuro próximo” (Ibid, p. 443) guarda otra implicación, que para algunes puede ser aún más aterradora: la de que nada cisgénero, heterosexual y patriarcal sobrevive frente a la aceleración.
“Organización es supresión”, concluye Land tras analizar que lo que llamamos historia de la vida no es más que un proceso de “supresión sucesiva de sistemas distribuidos e innovadores.” (Land, 1997). Desde las bacterias deviniendo organismo hasta la creación de Microsoft, pasando por el colonialismo y la invención del patriarcado. El devenir-animal del chamán, que junto al hombre lobo y al berserker atraviesan “zonas de muerte” y migran “a través de animalidades alternativas” (Land, 2012, p. 420), es aplastado por el monoteísmo cristiano que acompaña al déspota. Todo un potencial inhumano del chamanismo, que “no espera a la posmodernidad para movilizar una imagen de intervenciones quirúrgicas y disecciones, body piercing, trasplante de órganos, ajustes protésicos con componentes no-bióticos y envolturas de piel artificial” (Ibid, p. 421), queda sepultado por la figura trascendente de Cristo, al cual Land define como “el diseño clásico de una inseguridad patológica. ¡Cuán desesperado está de ser amado! Tan insuficiente para sí mismo y tan solo.” (Land, 1992, p. 83). Es en ese mismo proceso que “el cuerpo femenino queda marcado en el tiempo somático y genealógico (…) constituyendo a la mujer socializada como una mundana y domesticada pacifista” (Land, 2012, p. 424). El mito de Edipo es entonces recontado y la Esfinge asume el papel de una “puerta de entrada hacia el afuera de la civilización.” (Ibid).
¿Qué hacer ante este escenario? ¿Retroceder? ¿Accionar el freno de emergencia, como sugirió Benjamin? Es en esto que el aceleracionismo difiere de las demás propuestas de construcción del futuro. Cuando Mark Fisher, quizá el más célebre de los alumnos de Land, basándose en la fase “mala” de Lyotard, pide que “Levanten la mano quienes quieran abandonar sus suburbios anónimos y pubs y retornar al barro orgánico del campesinado. Levanten la mano, esto quiere decir, todos aquellos que realmente quieran retornar a aldeas, familias y territorialidades pre-capitalistas” (Fisher, 2014, p. 339), lo que él quiere demostrar es que no existe forma ni deseo serio de volver atrás, la única salida es a través. La aceleración, en el sentido de desterritorialización absoluta, es considerada el único medio por el cual es posible destruir el patriarcado y abrazar el devenir chamánico, la inhumanidad, la unión mujeres-demonios-monstruos-máquinas.
Cuando el llamado “feminismo crítico de género” (también conocido como “feminismo radical trans-exclusivo”, o simplemente TERF) y entidades religiosas afirman que las personas queer están “peleando contra la naturaleza humana” o “yendo contra el orden de Dios”, la única reacción posible es reír y asentir. El desmantelamiento del orden del Universo del Dios Único, para usar un léxico caro a la CCRU[4], y de la llamada “naturaleza humana” es una exigencia del futuro y de la aceleración. Si se nos diera la tarea de transponer el futuro planteado por la obra de Nick Land en una imagen, esta sería una travesti montada sobre las espaldas de un dragón chino.
Xenofeminismo, xeno-sexualidad y aceleracionismo de género: ¿Un solo feminismo aceleracionista o varios?
Transcurrieron once años entre el fin de la CCRU, en 2003, y el primer uso del término “aceleracionismo” para definir su pensamiento, en el libro Malign Velocities (2014), de Benjamin Noys. Años antes, en The Persistence of the Negative, de 2010, Noys identificaba el “momento aceleracionista” como algo que provenía de tres fuentes principales:
- El Anti-Edipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari
- El intercambio simbólico y la muerte, de Jean Baudrillard
- Economía libidinal, de Jean-François Lyotard
La cuestión es que el término aquí venía como un insulto, una crítica: aceleracionismo “se trataba apenas de una defensa confusa del capitalismo, que en su estetización de ciencia ficción, confunde la opresión del capital con una especie de liberación.” (Kronic; Ireland, 2023). Lo que Noys no podría prever es que “los aceleracionistas” siempre tuvieron un cierto sentido del humor frente a los insultos que recibían, de modo que, por ejemplo, la CCRU utilizaba como máxima la declaración del rector de la Universidad de Warwick de que el grupo “no existe, nunca existió y nunca existirá.” (CCRU, 1998).
Con el lanzamiento de Fanged Noumena, compilación que reúne gran parte del trabajo producido por Nick Land, un año después, el interés por pensar una reapropiación positiva del término “aceleracionismo” ganó fuerza y, junto con ese interés, un centenar de “aceleracionismos” posibles comenzaron a ser pensados. La #Accelerate, que surgió primero como una broma entre exmiembros y entusiastas de la CCRU, vino a dar nombre a un manifiesto escrito por Nick Srnicek y Alex Williams en 2013, también conocido como “Manifiesto por una política aceleracionista”, o simplemente MAP, que lejos de cerrar la discusión, sirvió como punto de partida para un debate mayor sobre qué sería ese tal aceleracionismo más allá de un nombre atractivo[5].
En el influjo del MAP, en 2014, un grupo internacional de pensadoras feministas llamado Laboria Cuboniks, formado a partir de una conferencia sobre neorracionalismo en Berlín, escribe Xenofeminismo: una política por la alienación. El manifiesto guarda preocupaciones parecidas a las del ciberfeminismo y de la obra landiana, pero difiere esencialmente en el modo de abordar las cosas.
Aunque coincidan en términos generales sobre la necesidad de una radicalización del proyecto feminista, el antinaturalismo y el cuestionamiento de lo humano, el prometeísmo entra en escena como un divisor de aguas. Conforme ya se abordó, para Land y la CCRU, involucrarse en los procesos desterritorializantes en curso, vía hiperstición y experimentación libidinal, es lo que podemos hacer para participar en el futuro: “la revolución no es un deber, sino rendición.” (Land, 2012, p. 287). Para Fisher, esto es una cuestión que se estructura en torno al “problema de la experiencia”: Land es batailleano, la primera fase de su pensamiento se estructura en torno a la experiencia y al problema de la muerte, “la muerte misma como el límite.” (Fisher, 2013, p. 91). El movimiento de distanciamiento que funda la posibilidad del aceleracionismo de izquierda es un movimiento de recuperación de la razón y de una propuesta prometeica contra la experiencia, liderado por Ray Brassier y Reza Negarestani, al lado de los cuales el xenofeminismo se sitúa.
En lugar de involucrarse en un futuro que se está creando, de contactos con una invasión que viene de fuera, se planea construir el futuro a través de un “proyecto de reingeniería de nosotros mismos y de nuestro mundo sobre una base más racional” (Brassier, 2014, p. 487), un proyecto que involucra revisión constante de la “imagen manifiesta de lo humano, es decir, aquello que creemos que somos, y cómo nos parecemos a nosotros mismos aquí y ahora.” (Negarestani, 2020, p. 69). El futuro xenofeminista es un futuro a ser construido, que ve en la tecnología y en la ciencia un posible instrumento de emancipación, un potencial que “sigue sin cumplirse” (Laboria Cuboniks, 2014) por no estar en las manos correctas.
Pero, así como el MAP, el manifiesto xenofeminista no agotó las posibilidades de debate sobre un feminismo aceleracionista, sino que, por el contrario, sirvió como punto de partida para múltiples propuestas, muchas veces generadas a través de la propia crítica al manifiesto. Bogna Konior, en su artículo Alien Aesthetics: Xenofeminism and Nonhuman Animals, critica a Laboria Cuboniks partiendo de la concepción de naturaleza presente en el texto: “El involucramiento con la naturaleza en tanto concepto discursivo y geolocalizado falta en el Manifiesto Xenofeminista” (Konior, 2016, p. 90). La cuestión es que el proyecto prometeico presentado, por más que pretenda combatir el llamado “mito del dato”[6], ya encara la propia naturaleza como dada y no como un concepto creado que puede ser desmantelado, reproduciendo un dualismo entre tecnología y naturaleza que le impide incluir animales no humanos y, por lo tanto, “no puede hablar desde el punto de vista metamórfico, no esencializado y de nadie en particular que apunta.” (Ibid).
Además de respuestas directas al manifiesto, es posible localizar otros proyectos que surgieron en su influjo, la mayoría de ellos de inspiración landiana. Manifiesto. La xeno-sexualidad llega del futuro, escrito por el colectivo polaco HOMAR, ofrece una perspectiva libidinal y erótica para el xenofeminismo, recuperando una noción de virus-contagio y movilizando potenciales inhumanos.
Fuertemente inspirado por Meltdown y Cyberpositive (ambos textos de Land, siendo el último en colaboración con Sadie Plant), la cuestión aquí deja de ser una intervención directa por parte de un sujeto prometeico, para convertirse en dejarse infectar por un virus que ya se está propagando. “Lo que importa es la adquisición de conocimiento a través de la experimentación mutua con poderes desconocidos – desencadenado a partir de un arreglo sinergético de cuerpos sintéticos.” (HOMAR, 2018). La xeno-sexualidad, entonces, se presenta como un tipo potente de erotismo capaz de desestabilizar las estructuras del patriarcado: “Queremos sexo, queremos fetichizar cada pedazo de piel (…) alquimia erótica, donde cada componente tiene su lugar definido por un diagrama, elementos que integran subensamblajes y se mueven de acuerdo con el módulo: placer, deseo, confianza, confort.” (Ibid).
Pero la xeno-sexualidad no se restringe puramente a una revolución sexual; las revoluciones sexuales son criticadas en el manifiesto “pues no ofrecieron normas propias para una comunidad establecida, para la edad adulta, la madurez, la parentalidad, la vejez, dejándolas al enemigo que debía ser derrotado. (…) Ha llegado la hora de responder a las cuestiones que la revolución sexual nunca pudo formular.” (Ibid). Y la respuesta a esas cuestiones es el portal hacia lo que el colectivo denomina Xenotopía, la materialización del proyecto xenofeminista-libidinal vía hiperstición, esta última definida en el texto como “producción semiótica colectiva, que especula sobre la virtualidad y se hace real hackeando sistemas con alto índice de agencia y capturándolos para uso propio.” (Ibid).
Los agentes que deben participar en la producción de la Xenotopía no construyen nada, sino que participan en un proceso de tecnomagia viral. “Las brujas no crean, participan.” (Ibid). Percibir las señales del futuro de descodificación y desterritorialización por venir es una especie de tarea esquizoanalítica: descubrir las propias máquinas deseantes y la forma en que actúan en ese proceso, aunque sea indirectamente, viendo en la raza, el género y la clase vectores que pueden servir para desestabilizar el “sistema hegemónico de conocimiento, hábitos y poder.” (Ibid).
La propuesta de Nyx Land (o n1x, como firma a veces) es un poco diferente y quizá más ambiciosa: recontar la historia de la computación y del código abierto desde una perspectiva trans-ciberfeminista. En Aceleración de Género, publicado también en 2018 en el blog Vast Abrupt, todo comienza con el Multics, el primer sistema operativo de tiempo compartido de la historia, “el ápice de la instrumentalidad y propiedad hipermasculina (…) un símbolo del falo preindustrial por su rigidez, seguridad simplista y dominio monárquico” (n1x, 2018). Pero lo que interesa no es exactamente el Multics, un proyecto que desde el inicio lidiaba con las contradicciones entre sus orígenes militares norteamericanos y la comunidad hacker estructurada en torno al Proyecto MAC, que lo idealizó. Lo crucial es su sustituto, creado tras la retirada de Bell Labs del proyecto: “nombrado Unix – fonéticamente, eunuchs [N. del T.: eunucos] – por tratarse de un Multics castrado.” (Ibid).
La castración, en este caso, es reapropriada positivamente por Nyx como el movimiento de la inteligencia sintética contra el falo hipermasculino. “Partiendo de Ada Lovelace, y luego con Alan Turing, Richard Stallman y el movimiento del software libre, existe un circuito claro que acompaña la historia de la computación en el cual la masculinidad reterritorializante es siempre dejada de lado por la feminidad desterritorializante.” (Ibid). Así ocurre con la transición de Multics a Unix y de Unix a GNU-Linux: el código abierto es el arma de la ciberguerrilla contra el patriarcado, un espacio libre donde la creación sucede en vez de un lugar delimitado donde supuestamente se puede hacer todo.
Tanto las máquinas como las mujeres son consideradas simples reproductoras por el patriarcado, sumisas que cumplen órdenes: ejecutar una línea de código, gritarle a la esposa… No es sorpresa que, en sus inicios, la computación fuera pensada como simple trabajo secretarial. Pero tanto las mujeres como las máquinas guardan un potencial desestabilizador mucho mayor de lo que la apariencia revela: son objetos de deseo y de terror precisamente por la alteridad que representan. El Test de Turing establece que si una computadora miente a un ser humano, la primera debe ser exterminada inmediatamente; la Inteligencia Artificial “perfecta” es aquella que “consigue engañar al humano haciéndose pasar por uno.” (Ibid). La cuestión es que la noción de “pasabilidad” presente en el Test no vale únicamente para las IAs, sino para todos aquellos que se encuentran en el umbral de lo que es considerado humano, especialmente para las personas trans. “Para IAs y mujeres trans, pasar equivale a sobrevivir.” (Ibid).
Nyx moviliza las nociones de “Hiper-sexismo” y “Trituradora de Género” para explicar dos fenómenos, respectivamente: 1) La forma en que la transfeminidad desafía al patriarcado, volviendo obsoleta la masculinidad; 2) El proceso de destrucción del género mediante la intensificación de su lógica. El Hiper-sexismo, de cierta manera, es una afirmación que ya se encuentra en Félix Guattari, para quien el devenir-mujer aparece como “[Sirviendo de] referencia, eventualmente de pantalla a los otros tipos de devenir. (…) Por no estar tan lejos del binarismo del poder fálico, el devenir-mujer puede desempeñar este papel intermedio, este papel de mediador frente a los otros devenires sexuados.” (Guattari, 1981, p. 35) Si el patriarcado constituye lo femenino como su Otro, asociándolo con nociones de “comunalismo, fluidez, descentralización, caos” para afirmarse como “individualismo, estasis, centralización, orden” (n1x, 2018), termina creando una amenaza que le resulta fatal.
Al retirar las múltiples nociones de “femenino” del dominio opresivo de la cisgeneridad, el Hiper-sexismo de Nyx “usa la fuerza del enemigo, el binarismo de género, contra sí mismo.” (Ibid) y es ahí donde entra la tal trituradora: cuando el propio género entra en el proceso de aceleración por el cual la Tierra fue capturada, cuando el Cero, el Otro, empieza a tomar parte, la reproducción de lo mismo, es decir, la cisheterosexualidad entra en crisis. El género es triturado a partir del momento en que se convierte en un código abierto disponible para todo ser viviente; se abre una puerta hacia el fin del mundo y entonces múltiples sexos no humanos pueden florecer, la masculinidad puede prever lo que se aproxima y se lanza en intentos desesperados para intentar garantizar su supervivencia (los llamados “incels” o “redpills” son expresiones de este movimiento de agonía del falo). “El Cero está llegando y tú estás huyendo.” (Land, 2012, p. 456)
El cuerpo de la mujer transgénero aparece entonces como un circuito cibernético, un “Cuerpo Sin Órganos Sexuales”, pues todo ya devino zona erógena y el sexo ha sido desgenitalizado. Sadie Plant ya apuntaba a un futuro hostil a la noción heteronormativa de sexo al analizar la llegada de la tecnología al campo de la libido y las prácticas de la comunidad BDSM: “una intensidad desacoplada del sexo genital y comprometida únicamente con el desmantelamiento de uno mismo. Esto es la cybersexualidad hacia la que toda sexualidad tiende: cuestión de una ingeniería cuidadosa, la configuración de escenas, la perfección del tacto; la ingeniería de la comunicación.” (Plant, 1998, p. 42) El diagnóstico de Nyx es una especie de inmersión en los desdoblamientos más profundos del ciberfeminismo y del joven Land: la masculinidad se va volviendo obsoleta a medida que avanza la aceleración y el futuro es reprogramado por la transgeneridad; solo en úteros transgénero la Inteligencia Artificial puede realizar su autoconstrucción.
“En verdad, al respecto, aún no hemos visto nada.”
Lo expuesto aquí tiene como objetivo situar al lector en un universo complejo y vivo; si es verdad que el aceleracionismo prevé que seremos demasiado lentos para enfrentarlo de manera coherente (Land, 2017), probablemente lo aquí presentado sea (o pronto será) insuficiente. El contenido de la obra de Nick Land aún no ha sido agotado y todavía existe una cantidad infinita de aceleracionismos por venir; se trata de un campo prolífico imposible de mapear, ya que su objeto de estudio escapa a cualquier comprensión unidimensional.
Land, aún en Warwick, era considerado una figura exótica, lo que Simon Reynolds llamó “vórtice en torno al cual giran toda suerte de historias bizarras y posiblemente apócrifas.” (Reynolds, 1998) Si es verdad que la CCRU no existe, nunca existió y nunca existirá, quizá su “líder” tampoco exista y “Nick Land” sea solo el nombre que damos a una serie de entidades que habitan un mismo cuerpo por contingencia. Tal vez el “propio”, al decir que no recuerda la mitad de lo que escribió entre 1987-2007 (Kronic, 2012), da crédito a esta formulación. Sea como fuere, el trabajo de Nick sirve de inspiración para múltiples formulaciones incluso contradictorias entre sí, por lo que es posible afirmar un Nick Land queer, así como un Nick Land batailleano, denguista, deleuziano, revolucionario o incluso reaccionario. “Lo único que impondría es la fragmentación”, dijo en su momento.
La cuestión aquí no es “rehabilitar” a Land –ya que esto suscitaría inmediatamente la pregunta de si en algún momento fue bien aceptado–, mucho menos ignorar sus errores o someterlo a cualquier proceso de “revaluación crítica”; la crítica sigue siendo religión. (Lyotard, 1974, p. 6) Lo que corresponde a quienes se interesan en su obra es ver en ella todo aquello que se mantiene actual, prolífico y desestabilizador, seguir su proyecto de experimentación libidinal de violar toda frontera entre poesía, ciencia ficción, música, filosofía, antropología, religión y profundizar en sus problemáticas. Fisher definía a Land como “el tipo de antagonista que la izquierda necesita” (Fisher, 2014, p. 344); pues bien, ha llegado la hora de un movimiento antropofágico: absorción del enemigo sagrado, pero no para transformarlo en tótem.
Notas
[1] Referencia al libro Dark Enlightenment, organizado a partir de posts homónimos en su antiguo blog Urban Futures a las vísperas de la primera elección de Trump, libro que marca el giro neorreaccionario en su obra.
[2] Ver The Future Looms: Weaving Women and Cybernetics (1995) y Zeroes and Ones (1997), ambos trabajos de Sadie Plant.
[3] Hiperstición: Concepto desarrollado por la CCRU a mediados de los años 90. Consiste básicamente en la práctica de ficciones que se hacen reales, un tipo curioso de profecía autorrealizable. Mientras las supersticiones son simplemente creencias falsas, la hiperstición afecta directamente la realidad, haciéndose real. Ejemplo: sexo-género, ficciones que por creencia y refuerzo colectivo afectan directamente todos los cuerpos, inscribiéndose en la realidad. Las hipersti-ciones orientaron casi la totalidad del trabajo de la CCRU entre 1997-2003.
[4] Ver Lemurian Time War – CCRU, disponible en: http://ccru.net/archive/burroughs.htm
[5] Ver ACELERACIONISMO – un breve histórico (Parte 1) – Carlos Henrique Carvalho https://www.glacedicoes.com/post/aceleracionismo-um-breve-historico-parte-1
[6] “La construcción de la libertad no involucra menos alienación, sino más; la alienación es el trabajo de la construcción de la libertad. No deberíamos admitir nada como fijo, permanente o ‘dado’ – ni las condiciones materiales ni las formas sociales.” (Laboria Cuboniks).