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Etiqueta: Enfermedad

A La Enfermedad

Publicada el 2025/08/22 - 2025/08/22 por styx

La Salud

Hay dos paradigmas de la salud: El de funcionar y el del bienestar. El de funcionar, es el más fácilmente criticable; convertir al cuerpo en una fábrica, cuanto mejor funciona, cuanto más se adapta al modo de producción social, más sano está. Si deja de producir, está enfermo. Tanto en la salud física como en la mental, quien no puede trabajar, está enfermo. Acá entran todos esos delirios cristianos de prolongar la vida porque sí, llegando a las situaciones más absurdas con tal de evitar afrontar la muerte y causar malestar en los seres queridos. Ni hace falta criticar toda esta mierda: Médicos, psicólogos, psiquiatras, con pastillas y diagnósticos, tratando de hacerte funcional.

Ahora bien, claro, “Yo quiero estar bien”, “no es para funcionar, es por Mi bienestar”, “Yo se que el origen de mi malestar es social, pero ¿qué voy a hacer? Quiero estar bien, quiero ser feliz”.

Esto es mucho más complicado, pero iremos al grano: Ese “bienestar” que tanto afirma ese “yo” “autónomo” inviolable de la modernidad, está lleno de mierda. Hay todo un modelo del bienestar, en parte sostenido por el consumo (direccionando al deseo hacia una falta), y, en gran medida, intentando evitar el malestar. “Estar bien” está cargado de significados sociales y “querer estar bien” se ha vuelto algo incuestionable. Nadie puede violar el deseo individual de alguien que decide hacer lo posible por estar bien. Y no hablo de la pelotudez que ya está socialmente instalada de “es necesario estar mal para estar bien” o “estar mal no está mal”, eso son alegrías compensatorias, para que cuando alguien no da mas, y no le queda otra que estar mal, no se sienta tan mal.

A lo importante: La salud, en ultima instancia, libra una guerra contra la reproducción del malestar en el cuerpo. El malestar parece ser una fuerza depresora que hace fracasar la producción, y tiene la curiosa particularidad de ser contagioso. Cuando un amigx está mal, me pongo mal. No puedo hablar de las angustias más profundas, esas que no tienen nombre, porque siempre terminan en una nada. Todas las relaciones sociales están correctamente dispuestas con sus sistemas de seguridad para evitar a toda costa la propagación del malestar, barreras por todos lados, antivirus semióticos.

Cuando decimos “producción”, no nos referimos solamente al trabajo, también es “producir” una imagen del cuerpo (normal), es “producir” una performance de familia, es “producir” ser un buen amigx. Cuando hablamos de “modelo de producción” (sí, capitalismo para lxs más despistadxs), nos referimos a todo el régimen de producción social, que se propaga hasta en la intimidad (y, curiosamente, al “inconsciente”). Por supuesto que todo este modelo de producción nos produce malestar, una vida absurda dedicada a relaciones superficiales, consumo y trabajo con esporádicas alegrías prefabricadas no parece un contexto donde el “yo” pueda ser “curado” y pueda vivir “sano”.

Curiosamente mis amigxs tienen un cariño particular por Freud, no así por el psicoanálisis. Lo ven como un energetista, que abre las puertas a una termodinámica del deseo. Su gran problema, es que busca curar la neurosis devolviendo el deseo al Yo, reforzándolo. Por otro lado, tanto en el esquizoanálisis como en el materialismo libidinal, no hay un “Yo”, ni mucho menos una “cura”. Hay un cuerpo común, terrestre, que compartimos. Hay pulsiones libidinales, y un inconsciente que son singularidades preindividuales y prepersonales, una pura multiplicidad dispersa y anárquica.

Así desplegada, la psique no es ya individual, sino un nodo de una red, un campo de batalla donde se libra una guerra. La psicología se desvela como una institución policial del Sistema de Seguridad Humano, que escucha los flujos libidinales, sólo para reinsertarlos en circuitos de seguridad. Los psicólogos no están solo en la clínica, salen de la boca de tus amigxs, en las publicaciones de Instagram, en la publicidad y hasta en tu propia cabeza. Las redes están infestadas por sus mecanismos de control encargados de la seguridad de su producto estrella: el Yo.

La vida empieza por la enfermedad (Leonor Silvestri)

Donde ustedes ven una epidemia de depresión, Leonor ve la gran huelga de los cuerpos, cuerpos que se niegan a seguir produciendo, que ya no aguantan el mandato productivista, y se resisten al imperativo racional que dictan las consciencias.

Los diagnósticos, salvo algunas excepciones, son generalizaciones a partir de series de comportamientos comunes, de la cual a posteriori se inventa o supone una base “real” o “material”. Los comportamientos de un trastornado, curiosamente, se generalizan en función de qué tipos de comportamiento atentan contra el correcto funcionamiento social, o contra el propio bienestar del individuo, para imponerles una batería de ejercicios y drogas sintéticas diseñados como armas en la guerra bioquímica contra el malestar.

Es curioso cómo a medida que nos sumergimos en flujos de información cada vez más acelerado, aumentan los diagnósticos de TDAH, a medida que la sociabilidad se fragmenta y pierde sentido, aumentan los diagnósticos de autismo, a medida que nos sumergimos en una era de incertidumbre, sin futuro y al borde del colapso, aumentan los casos de depresión y ansiedad, y sin embargo, seguimos entendiendo los diagnónsticos como “un mal funcionamiento del cuerpo individual”, y no como un síntoma de los procesos sociales que nos construyen. Ya no solo nos explotan laboralmente, ahora también tenemos que trabajar para evitar que los malestares que nos produce este mundo de mierda nos saquen del circuito capitalista y nos muramos de hambre.

No somos fundamentalistas del malestar, ni militantes de la depresión, pero ¿Qué hacemos? Hay miles de tácticas para esta guerra. Desagregarnos de los circuitos de reproducción, parar de producir, o hacer estallar la estructura del “yo” acelerando las neurosis hasta el delirio no-egoico. Fugarnos, del yo, del organismo, de la imagen, del trabajo, de los roles. Dejar que el erotismo deshumanice nuestro cuerpo, explorar las grietas por las que se fuga el deseo, conspirar en torno a la comunión sagrada de la carne: comunicarnos con el delirio que subyace todo pensamiento.

Libraremos una guerra de guerrillas contra todos los dispositivos de control, edípicos, psicológicos, estatales, atacaremos en todos los frentes. Atacar y huir. Nuestra guerrilla gana si no pierde, mientras que sus fuerzas estatales pierden si no ganan. Atacaremos todo intento de humanizar nuestros cuerpos; haremos fracasar todo intento de racionalidad, de moral, de civilización. Deambularemos por el mundo con la herida abierta de nuestra existencia, y con la crueldad como arma para destruir lo que nos destruye. Construiremos alianzas inhumanas, abrazándonos en el Infierno: Nunca confíes en alguien que no sea suicida, delirante, enfermo.

A la enfermedad
no la sigue La Muerte
en una secuencia de representación ordenada.


La enfermedad abre las puertas.
La enfermedad (incapacidad de suspender un estímulo)
elude desplegarse en un tiempo progresivo,
tendiendo a la disolución del propio tiempo,
a una interrupción de lo histórico.


El reflejo-espasmo en el que (y por el que)
la reactividad tiene lugar
es el continuum atemporal
bajo la corteza terrestre.
La muerte es aquello “que no tiene historia”.


La filosofía es un demonio
que acecha únicamente ruinas,
y el croar entrecortado
de nuestros himnos a la enfermedad
apenas ha comenzado.


Arrastradxs por corrientes
de un agotamiento
infinito y subterráneo.
Que fluyen
silenciosas e inexorables
bajo el trastorno de convulsiones y dientes rechinando;


El Eterno Retorno es nuestra exterminación,
y nos aferramos a él

Etiquetado como Enfermedad, Guerra, Materialismo Libidinal, Nick Land, Psicologia, Salud
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